Hoy hablaremos sobre, ¿Cómo educar gatos fácilmente? Los gatos se comunican en gran parte mediante el olfato. Pero la comunicación entre el gato y las personas es muy distinta, porque la información fluye solamente en un sentido. Nuestro olfato, como mucho, detectará un “mal olor” (principalmente orina y excrementos) pero no será capaz de entrar en detalle, mientras que cuando el gato olfatea y saluda a su amo es capaz de enterarse de todo lo que ha hecho.

Imaginemos un caso normal y corriente. Una persona llega a casa y su gato sale a recibirle a la puerta con la cola levantada y maullando de felicidad. Pero antes que el minino se frote contra la pierna de su gran amigo, le olfatea brevemente el zapato. “¡Un momento! ¿Será posible? Éste acaba de pisar una marca olorosa del gato del vecino. Debe estar justo delante de la puerta de la casa. Más tarde tengo que ir sin falta a investigarlo”. O bien: “Curioso. No huele a su coche como siempre, sino a algo distinto. ¡Aquí hay algo que no encaja! Esperemos que al menos sepa comportarse con normalidad”.

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Ahora la persona se agacha hacia su gato para corresponderle el saludo acariciándolo cariñosamente. Éste ronronea de gusto, pero al cabo de un instante empieza a hacer ondular la cola de un lado a otro. “¡No es posible! ¡Hace poco ha acariciado un perro!”. El gato se siente muy ofendido y se aparta un poco. Su dueño se sorprende: “¡Vaya! ¿Qué le pasa hoy a mi lindo gatito?”.

Más o menos así es como nuestros pequeños felinos perciben una infinidad de detalles que a nosotros nos pasan totalmente desapercibidos.

Lo que el gato ha de aprender

Para lograr una buena convivencia es necesario que todo el mundo conozca las reglas del juego y se atenga a ellas. Y en la relación entre una persona y su gato, es la primera la que ha de marcar las reglas –con algunas limitaciones, claro–. Pero es perfectamente posible lograrlo y evitar que el gato haga siempre lo que le plazca.

En esto hay que incluir el ritmo diario impuesto por la profesión de su dueño o por el ambiente familiar, algunas normas de higiene y ciertas consideraciones acerca de los muebles y demás elementos del hogar. Todo ello, son cosas que de entrada al gato no le harán ninguna ilusión.

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Por suerte, los gatos son muy adaptables y tienen una gran capacidad de aprendizaje. Así, la labor de su dueño o dueña consiste “solamente” en hacerle ver cómo deberá ser la vida en común. Y para esto, lo más importante es darle a entender al gato que, por favor, ha de aprender a hacer un poco de caso.

Naturalmente, para obtener buenos resultados con un animal tan independiente como el gato es necesario saber tratarlo con sutileza.

Cómo piensan los gatos


Para que las cosas funcionen bien es necesario que empiece por tener muy claro que el gato piensa de un modo muy distinto al de usted. El gato no puede pensar de modo abstracto, es decir, no puede trasladar una experiencia vivida a otra situación distinta.

Si usted lo ha expulsado varias veces de la mesa de la cocina, para el gato significará lo siguiente: “Mi ama/o no quiere que salte sobre la mesa de la cocina”. Pero nunca se le ocurriría pensar que lo mismo se aplica también a la mesa del comedor. Sin embargo, lo que suele ocurrir es lo siguiente: “Cuando mi ama/o no está en la cocina no hay nada que impida subirme a la mesa y, desde allí, alcanzar algo bueno para comer”. ¡Asuntos de lógica felina con la que tendremos que aprender a convivir!

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Reglas para la educación

Si al educar al gato sigue algunas reglas elementales muy sencillas, no tardará en tener éxito y su querido felino pronto se convertirá en un miembro más de la familia.

  • Reaccionar siempre del mismo modo. Si riñe al gato de formas muy distintas como “¡No!”, “¡Fuera!”, “¡Déjalo!”, “¡Maldito gato!”, etc., lo único que conseguirá es desorientarlo por completo. Emplee siempre la misma expresión, como por ejemplo “¡No!” y su gato enseguida sabrá a qué atenerse.
  • Reacción inmediata. El gato solamente relaciona una mala experiencia con algo que ha hecho en ese preciso instante. Si usted le riñe media hora después de haberle robado una salchicha, cuando está haciendo tranquilamente la digestión acostado en su cesta, él solamente relacionará su enfado con el hecho de estar en su cesta, y eso le irritará bastante. Si usted descubre alguna travesura demasiado tarde, por esa vez no va a tener más remedio que tragar bilis y aguantarse con el único propósito de no darle al minino ninguna posibilidad de volver a repetirlo en el futuro.
  • Premiarlo cuando se porta bien. Los gatos no hacen nada por pura generosidad o para complacer a su dueño, lo único que les estimula es la recompensa. Y ésta no tiene por qué ser siempre algo comestible, también le encanta que lo acaricien o que jueguen un rato con él. Ocúpese de que a su gato “le salga a cuenta” portarse bien en casa.

Sea consciente y riguroso. Lo más importante a la hora de educar al gato es ser consecuente con las reglas ya establecidas y no desviarse nunca de ellas. Por ejemplo, ningún gato comprenderá que, si tiene absolutamente prohibido subirse a las camas, hoy pueda hacer una excepción porqué usted está enfermo y tiene ganas de acariciarlo. Bastará con que haga solamente una vez una excepción, por muy evidente que sea para usted, para que su gato lo interprete como que se han levantado las prohibiciones vigentes hasta ahora. ¡Menudo problema si a la próxima oportunidad resulta que las viejas reglas recobran su vigencia!

El asunto de los castigos

Los castigos son un punto muy delicado en la educación de un gato. Por una parte, porque es difícil saber que el animal realmente se da cuenta de cuál es el motivo por el que se le castiga. Y por otra, porque el gato puede reaccionar mostrándose cada vez más desconfiado hacia usted, especialmente si los castigos son frecuentes.

Por lo tanto, lo mejor es no llegar nunca a las manos. Es preferible asustarlo con un grito o palmeando con las manos en el momento en que lo encontremos in fraganti. También puede ser eficaz asustarlo con el chorrito de una pistola de agua. Lo ideal sería que el gato no relacionase el castigo directamente con usted, sino con el lugar que le está prohibido.

Para el minino, la situación sería la siguiente: mientras está afilándose a conciencia sus uñas en el sofá, le cae por sorpresa un chorrito de agua que no sabe de donde viene: ¡es el sofá que se defiende porque no le gusta que lo arañen!

Recuerde que los castigos solamente serán efectivos si los aplica en el momento en que sorprende a su minino con las manos en la masa. No sirve de nada castigarlo por algo que ha hecho hace un rato, así nunca conseguirá educarlo.

Recuerda:

  • No asustar. A un gato que aún se muestre tímido, háblele siempre con voz suave. Evite también que se produzcan gritos o ruidos molestos cerca de él.
  • Las mismas palabras. Cuando hable directamente a su gato, emplee siempre las mismas palabras y las mismas expresiones.
  • Sin excepciones. Para su gato, una regla con excepciones no es una regla. Si usted desea que su gato siempre se porte “bien” (que no pida comida cuando usted esté en la mesa, que no se suba a las camas, etc.), deberá regañarle siempre que haga algo malo, sin excepciones.
  • Respetar sus derechos. Su gato no comprenderá que alguna vez le priven de sus derechos, aunque solo sea “ocasionalmente”, como por ejemplo no le dejen subirse al sofá cuando hay visitas. Esto le hará sentirse muy disgustado.
  • Castigos. No pegue nunca a su gato, porque lo único que conseguiría sería destruir la relación de confianza entre ambos. Si encuentra a su minino haciendo algo que le está prohibido, asústelo.

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